Por: Rodrigo Bernardo Ortega
Agosto de 2.024
Hace un par de meses, y enterrado entre el desenfrenado ciclo noticioso al que nos tiene acostumbrado el mundo, Bolivia tuvo un intento -fallido, casi cantinflesco- de golpe de estado. Así pues, un grupo de militares se movilizó en La Paz, liderados por el general Juan José Zúñiga, quien había sido destituido recientemente por unos comentarios políticos contra el expresidente Evo Morales. El presidente Luis Arce calificó la acción como un intento de golpe y pidió la movilización del pueblo para defender la democracia. Tras la retirada de los militares, Zúñiga fue detenido y éste, acusó a Arce de orquestar el intento de golpe para aumentar su popularidad.
Al conocerse la noticia varios presidentes de América Latina condenaron el intento de golpe y expresaron su apoyo a Arce, sin embargo, la condena de Estados Unidos a la intentona se retrasó por varias horas; tal vez esperando el resultado de éste, para luego afirmar que no había ninguna implicación en el golpe.
Bolivia tiene una larga tradición de golpes de estado y “suspensiones” de la democracia -39 intentos, 17 de ellos exitosos desde 1946-, la mayoría en el contexto de la Guerra fría y el plan Cóndor, plan en el cual Estados Unidos colaboraba y financiaba a las dictaduras militares de América del sur para eliminar a los opositores políticos de izquierda y cualquier forma de disidencia. Sin embargo, tras la caída del muro de Berlín, el Gigante del Norte ha cambiado a otras estrategias de cambio de régimen más sutiles, por ejemplo, la llamada guerra híbrida, donde pudiera haber una negación más plausible, como lo son: el llamado lawfare (instrumentalización del poder judicial para socavar la credibilidad de figuras políticas), campañas de desinformación, ciberataques, y la financiación de ONGs y otros grupos civiles avocados a manufacturar las llamadas revoluciones de colores.
El alzamiento militar del 2019, que dejó a Evo Morales fuera del poder acusado de fraude electoral, tiene las características de este último estilo de golpe de estado a través de técnicas más blandas.
Para Erica De Bruin (profesora del Hamilton College), fue a todas luces un golpe de estado, «En la práctica, la diferencia entre un golpe, una revolución y un levantamiento popular puede ser borrosa. Los golpes de Estado ocurren cada vez más mediante protestas públicas generalizadas, y es muy difícil que esas protestas tengan éxito sin el apoyo de una facción de los militares» dijo para la BBC. Recordemos que, en el 2019, además de las protestas “populares” (instigadas por estas ONGs compradas) y militares, fue vital para el éxito de la operación la legitimación de dicho movimiento por parte de la OEA, órgano que está claramente al servicio de Estados Unidos, lo cual se evidenció al publicar la OEA un informe aduciendo evidencia de irregularidades en el proceso electoral.
Hoy en día, una vez disipado el humo, se reconoce ampliamente y por todas las fuerzas políticas que no hubo fraude en las elecciones de 2019.
Tendríamos que preguntarnos qué razones podría tener Estados Unidos para querer un gobierno favorable a sus intereses en Bolivia. Una pista la encontraremos en un tweet del hoy dueño de X (otrora Twitter) y Tesla, Elon Musk, que al ser increpado por el papel de Estados Unidos en el golpe de Bolivia para que él obtuviera el litio, respondió: “le daremos un golpe a quien queramos, acéptenlo”.
Bolivia, junto a Argentina y Chile, está ubicada en el llamado “Triángulo del Litio”, ya que posee una reserva del 85% del mineral.
Este metal, conocido como “oro blanco”, es crucial para la fabricación de baterías de iones de litio utilizadas en vehículos eléctricos (EVs), dispositivos electrónicos y almacenamiento de energía. Sin embargo, Australia y China dominan en este momento la producción de Litio, convirtiendo al Triangulo de Litio en un terreno inexplorado de grandísimo potencial.
En un mundo que lentamente hace su transición hacia energías limpias, el control de este comodity (identificado como mineral crítico) es tan estratégico como lo ha sido el petróleo crudo. El otro gran competidor en el mercado de los EVs es China, quien, a través de inversión en innovación, aseguramiento de la cadena de valor de las baterías y acuerdos de transferencia tecnológica, ha logrado mediante marcas como BYD dominar el mercado, y competir seriamente con los comparativamente costosos Teslas.
Estados Unidos no ha tenido otra salida que imponer tarifas que vuelvan incomparables los vehículos chinos, y presionar a Europa para que haga lo mismo: la fantasía del libre mercado.
De aquí que para EE. UU. dominar el Triángulo del Litio sea crucial para frenar el crecimiento de la industria verde china y potenciar la propia; el primer paso es pues tener gobiernos amigables que dispongan de un marco legal favorable para la explotación de la riqueza mineral común. En la Argentina de Milei (quien ya ha visitado a Musk en 2 ocasiones) fue aprobada la Ley Bases y el Régimen de Incentivo para las Grandes Inversiones (RIGI), que facilita a multinacionales extractivistas occidentales la explotación de minerales ofreciendo beneficios aduaneros, tributarios y regulatorios; sin tener en cuenta las posibles graves consecuencias ambientales y sociales, que afectan las comunidades locales y al medio ambiente.
Mientras Bolivia siga ejerciendo soberanía sobre sus recursos naturales, seguirá en la mira de las potencias del Norte Global, pero no dudamos que cualquier crisis interna (real o manufacturada) sea aprovechada en la guerra híbrida para perpetuar el saqueo imperialista y la devolución de la economía boliviana a una era meramente extractivista, en beneficio únicamente de los intereses del gigante del norte.