CORONAVIRUS e IMPERIOS
Por: Rodrigo Bernardo Ortega Abril de 2.020
Los virus son simplemente moléculas que se preocupan únicamente de reproducirse en gran manera y lo más rápido posible. Lo que nos distingue a los seres vivos de dichos virus es una función de relación: necesitamos una sociedad en la cual participar y compartir. Ahora bien, si subimos en la escala biológica, encontramos que la diferencia entre una plaga y nosotros los humanos está ligada a una función de arraigo: cuidar de un país que nos protege como individuos.
Los virus acompañan al hombre desde sus comienzos como homo sapiens. Comencemos con una leyenda narrada por Walter Ledermann:
Hace unos veinte mil años, un hechicero cro-magnon regresaba de un retiro de tres días en el monte, donde había estado recolectando yerbas mágicas, cuando le informaron que uno de los hombres había llegado enfermo después de una larga jornada. Seguro de su poder curativo -la ignorancia hace audaces a los médicos- se recubrió con su vestimenta de venado y fue a verlo. Apartó el cuero que tapaba la entrada de la caverna e iluminó al enfermo con su antorcha. De inmediato dio un respingo, retrocedió espantado, ordenó levantar el campamento y huir hacia un incierto fin en medio de la noche. En la pustulosa cara del enfermo había reconocido la viruela -o alguna peste similar de la época- cuya horrorosa imagen había recibido a través de los relatos sucesivos de su padre y de su abuelo, y sabía que la muerte era inevitable.
Esta ha sido siempre la primera humana reacción a las terribles pandemias: pánico. Un miedo súbito, extraordinario, que oscurece la razón. Al pánico sigue la huida, como consecuencia ineludible.
Repasemos la historia de las grandes epidemias que ha sufrido la humanidad:
Fue Tucídides, padre de la geografía política, el primer hombre en documentar de manera detallada la primera epidemia (enfermedad que afecta a un determinado grupo humano en un ámbito temporal concreto), la cual sucedió en Atenas por allá en el año 430 A.C. Provino de Etiopía, parece que era una especie de fiebre tifoidea, dejando un saldo estimado de 100.000 a 300.000 muertos, entre ellos el inolvidable Pericles, facilitando el triunfo de Esparta, asestando un golpe mortal a la hegemonía de Atenas sobre la antigua Grecia y con efectos devastadores sobre el destino de dicha civilización.
A la llamada peste de Atenas siguieron muchas otras con iguales efectos adversos sobre los diferentes imperios:
Como Grecia, en el siglo II Roma también tuvo su gran plaga, en tiempos de Marco Aurelio, quien además fue una de sus insignes víctimas. La peste antonina – llamada así por el propio emperador, que pertenecía a la familia de los antoninos – fue devastadora en la capital, Roma, y se extendió por toda Italia llegando incluso a las Galias. La peste causaba ardor en los ojos y en la boca, sed y abrasamiento interior, fetidez en el aliento, piel enrojecida, tos violenta, gangrenas, delirios y muerte a los nueve días. No sobra recordar que este fue el principio del fin del imperio romano.
El imperio bizantino también tuvo su peste: El emperador Justiniano padeció una terrible plaga que pudo originarse en Egipto, según la describe Procopio y que comenzaba por una fiebre súbita, seguida de hinchazones en las axilas, los muslos y detrás de las orejas. La llamada peste justiniana, fue terriblemente letal, mató a más de 600.000 personas, a razón de unas 10.000 al día y marcó el comienzo del final de la hegemonía de Constantinopla frente a godos y árabes.
No olvidemos la más famosa de todas, la peste bubónica ó peste negra, la primera pandemia (epidemia que afecta a un área mucho mayor, ya sea un continente o incluso el planeta entero como en el caso actual) de la Edad Media, que asoló todo el continente europeo desde mediados del siglo XIV. Llegó desde Asia a través de los comerciantes italianos que seguían la ruta de la seda, su letalidad fue terrible, en algunas zonas alcanzó a los dos tercios de la población y generó una gran despoblación que afectó principalmente al campo, significando el comienzo del fin del sistema feudal al alterar la oferta de alimentos y tierras.
En menor escala, pero igualmente destructiva, fue la epidemia de tifus que afectó al ejército de Napoleón en su campaña de invasión a Rusia, planteando el inicio de la destrucción del imperio francés.
Cómo vimos, una y otra vez las epidemias han marcado el ocaso de imperios a través de los siglos, por ello podemos concluir sin temor a equivocarnos que la actual pandemia, marcará el inicio del colapso del imperio norteamericano y su hegemonía en gran parte del globo terráqueo.
Un análisis detallado nos ratifica la veracidad de la anterior afirmación.
El inicio de este nuevo milenio ha venido mostrando las siguientes tendencias:
Estados Unidos, potencia hegemónica hasta finales del milenio anterior, ha comenzado su imparable proceso de declinación de su poderío.
China y Rusia se han comenzado a perfilar de manera nítida como las potencias crecientes que vienen desafiando cada vez más a la potencia hegemónica.
La Unión Europea camina lentamente hacia la desintegración, con elementos más visibles como BREXIT y otras menos visibles como la crisis del EURO que siempre está ahí latente.
Éstas tendencias se han visto aceleradas con la actual pandemia del coronavirus y la recesión concomitante, por lo cual, con la aceleración de tendencias pre-existentes, lo que veremos es que Estados Unidos declina más velozmente, China y Rusia emergen más rápido y la Unión Europea se desintegrará con una mayor aceleración.
Desde el mucho antes de comenzar esta crisis del coronavirus, el Imperio norteamericano decidió tomar las peores decisiones posibles y Trump contribuyó en gran medida a la falta de preparación del país, veamos:
Desde el inicio de su mandato, Trump se obsesiona con la eliminación del sistema de Salud implementado por la administración anterior y conocido como Obamacare. Después de arduas luchas legislativas, en el otoño de 2.017, Trump consigue retirar las ayudas de Obamacare para las personas con menos recursos.
Además, según lo afirma la BBC en enero de 2.018: Los congresistas republicanos también dinamitaron Obamacare rechazando el requisito de que todos los estadounidenses contraten seguros de salud. Dicha medida conlleva a que los ciudadanos más sanos se queden sin seguro hasta que se enfermen, lo cual incrementará las primas.
Trump no se limitó a desmantelar el sistema de salud de los norteamericanos, sino que arremetió de manera violenta contra las instituciones de salud internacionales: Ya en febrero de 2.018 solicitó al Congreso una reducción de casi el 50% de los aportes de los Estados Unidos la Organización Mundial para la salud OMS.
Pero hay más: en el mes de mayo de 2.018, coincidiendo con el nombramiento del etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien fuera ministro de Salud de su país entre 2005 y 2012, destacándose en el combate de enfermedades infecciosas, Trump anunció un recorte del 25% de los aportes de Estados Unidos a la OMS. En su posesión, Ghebreyesus dijo de manera premonitoria: “Necesitamos un nuevo programa porque hay que estar preparados para cualquier epidemia, en cualquier lugar y momento”.
Para completar el cuadro de las “brillantes ideas” del presidente de USA, en la primavera de 2018, Trump acabó con el equipo encargado de responder a las pandemias, incluida la partida de su jefe, el Contralmirante Timothy Ziemer.
Claro que las más fatídicas decisiones, las ha tomado Trump en el 2.020, veamos la cronología informada tanto por la BBC como TELEMUNDO:
El 22 de enero, sólo día después que Estados Unidos confirmara su primer caso de coronavirus, el presidente Donald Trump aseguró desde el Foro de Davos que la situación estaba controlada: “Es solo una persona que vino de China y lo tenemos bajo control. Todo va a estar bien”, afirmó en una entrevista con el canal estadounidense CNBC.
Pasaron los días y, pese a las denuncias de inacción por parte de expertos y críticos del gobierno, Trump insistía en que el virus iba a “desaparecer” como si se tratase de un milagro.
El 26 de enero, “El riesgo para los estadounidenses sigue siendo muy bajo. Cuando tienes 15 personas… en un par de días va a bajar y acercarse a cero. Es muy buen trabajo el que hemos hecho”, defendió Trump.
El 3 de febrero por fin el gobierno Trump impone restricciones a los vuelos provenientes de China, anunciando cuarentena obligatoria, pero los estados luchan, cada uno por su cuenta, por llevar a cabo esta estricta cuarentena y nunca reciben una notificación previa. “¿Dónde se supone que debemos poner a estas personas?”
El 10 de febrero, con 11 casos confirmados: “Mucha gente piensa que se va a ir en abril con el calor. A medida que el calor llega. Normalmente, se irá en abril” -.
El 26 de febrero sentenció Trump: Estados Unidos está “desarrollando rápidamente una vacuna” – contra el coronavirus – Poco después, el director del gubernamental Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, Anthony Fauci, reconoció que tardará más de un año en estar lista.
Con 59 casos confirmados, Trump dice: “Y nuevamente, cuando tienes 15 personas, y las 15 dentro de un par de días se reducirán a casi cero, ese es un trabajo bastante bueno que hemos hecho”.
El 27 de febrero, Trump dice que el virus “Va a desaparecer un día es como un milagro, va a desaparecer”.
El 29 de febrero, se conoce la primera muerte en el estado de Washington. Trump dice en una rueda de prensa que es una mujer de 50 años. En realidad, es un hombre.
Trump también dice que “no hay razón para el pánico”, da la cifra incorrecta de contagiados y dice que “hablamos de 22 personas en este país tan vasto. Creo que estaremos en muy buena forma”. Añade que “si usted está saludable, usted pasará por un proceso y estará bien”.
El 10 de marzo, Trump dice: “¡Mantengan la calma! Todo está funcionando, muchas cosas muy buenas van a pasar”.
El 13 de marzo, ya con 50 muertos y 2.167 infectados, una reportera le pregunta a Trump si toma responsabilidad por el “fracaso” de la falta de diagnósticos de la que habló el doctor Anthony Fauci, experto en enfermedades infecciosas: “No, no tomo responsabilidad para nada”, responde.
Yamiche Alcindor de MSNBC le pregunta a Trump qué responsabilidad toma por haber eliminado el equipo de respuesta a las pandemias. Él evade la pregunta y la insulta: “Bueno, solo que eso me parece una pregunta sucia”.
Sólo 3 días después, el 26 de marzo, con el número de contagiados en más del doble y casi un 60% más de muertes, le preguntan “En una escala del 1 al 10, ¿cómo calificaría su respuesta a esta crisis?”. Trump dice: “Me daría un 10, creo que hemos hecho un gran trabajo”.
El 22 de marzo, con 34.221 infectados y 432 muertes, Trump le echa la culpa al gobierno de Obama por la respuesta de su gobierno al virus que expertos han llamado tardía e insuficiente: “Acuérdense, nosotros heredamos un sistema roto, obsoleto”.
El 25 de marzo, tras emitir la directriz de confinamiento a todos los estadounidenses: “Abriremos [el país] relativamente pronto… Me gustaría que el país abriera con energía para Semana Santa”. Sólo un día después de ésta iluminada idea, Estados unidos se convirtió en el país con más infectados del mundo.
El 26 de marzo, Trump, en entrevista con Fox News: “No creo que necesiten 40.000 o 30.000 ventiladores”, ese día ya se contaban 1.200 muertes y 83.372 infectados.
El 29 de marzo, de manera increíble, el presidente habla de sí mismo en tercera persona: “El presidente Trump es un éxito en audiencia. Desde que revivió la sesión informativa diaria de la Casa Blanca, el Sr. Trump y sus actualizaciones de coronavirus han atraído a una audiencia promedio de 8.5 millones”, mostrando orgulloso su rating, pero olvidando las 2.459 muertes y los 141.921 contagiados hasta ese día.
El 30 de marzo, Trump se vio obligado a desmentirse el mismo y después de extender la recomendación de confinamiento a los estadounidenses hasta finales de abril, anunció que la recuperación llegará en el mes de junio. Pero para no pasar el día sin decir una barbaridad, Trump dice en la rueda de prensa diaria de la Casa Blanca que “Hay unos hospitales en algunos estados que piensan que necesitan ventiladores y nosotros creemos que no los necesitan”.
El 13 de abril, Trump dice en la rueda de prensa diaria: “Estamos muy cerca de completar un plan para abrir el país, ojalá incluso antes de lo planeado… nuestras guías le darán la confianza a la gente para volver a la vida normal. Nuestro país va a estar abierto y va a abrir con éxito”. Según Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas, el país no tiene la capacidad de hacer pruebas y rastreo de contagiados para asegurar que no habrá un rebrote de la enfermedad cuando se levanten las cuarentenas. Ya eran hasta ese día 586.941 casos y 23.640 muertes.
El 14 de abril, Trump anuncia que Estados Unidos suspenderá el envío de fondos a la Organización Mundial de la Salud mientras investigan la respuesta de la agencia internacional a la pandemia.
Finalicemos esta cronología con la siguiente perla, este 24 de abril: Trump sugiere tratar el coronavirus con “una inyección de desinfectante” o con “luz solar”:
“Por favor, no coman pastillas de detergente ni se inyecten ningún tipo de desinfectante”. El mensaje fue difundido por Twitter por el servicio de emergencias del Estado de Washington el jueves por la tarde, después de escuchar la rueda de prensa diaria del presidente del país, Donald Trump, sobre la crisis del coronavirus. Trump había vuelto a adentrarse en pantanosos jardines científicos. Maravillado por el poder destructor que habían demostrado ciertos desinfectantes, así como la luz solar, aplicados contra el virus en el aire o en una superficie, se preguntó qué no podrían hacer para combatir al “enemigo invisible” en el interior de un cuerpo humano.
“Supongamos que golpeamos el cuerpo con una tremenda luz ultravioleta, o simplemente con una luz muy poderosa”, dijo. “Dicho eso, supongamos que traes esa luz dentro del cuerpo, a través de la piel o de alguna otra manera. Después veo el desinfectante, que lo deja KO en un minuto, ¿hay alguna manera de que podamos hacer algo así mediante una inyección? Porque ves que entra en los pulmones y hace un daño tremendo en los pulmones, así que sería interesante probarlo”.
Trump realizó esta dudosa aportación al debate después de que Bill Bryan, director de la División de Tecnología y Ciencia del Departamento de Seguridad Nacional, llevara a cabo una exposición sobre determinadas medidas para evitar la propagación del coronavirus.
Todo esto cuando el país se acerca a grandes pasos al millón de infectados y supera largamente las 50.000 muertes.
Estas decisiones cruciales han allanado el camino para que el país norteamericano se encuentre actualmente en la mayor encrucijada de su historia.
Concuerdo con lo expresado por Alon Ben-Meir en ALAINET:
La preocupación de Trump con la economía era ante todo en su mente. Como él lo ve, el continuo auge económico fue central en su campaña de reelección, y rechazó todo lo que pudiera afectar negativamente la salud de la economía. Por lo tanto, tuvo que minimizar las graves implicaciones del coronavirus, a pesar de que sabía sobre el virus a principios de enero y descartó la evidencia científica que sugiere que el impacto del virus sería catastrófico si el país no se movilizara completamente para enfrentar la epidemia.
Para un hombre que es un narcisista auto absorbido y hambriento de poder que quiere ser reconocido como uno de los más grandes presidentes de los Estados Unidos mientras intenta desesperadamente ser reelegido, Trump no logró alcanzar la ocasión precipitada por la desafortunada llegada y propagación del coronavirus. En lugar de minimizar el peligro ominoso del virus e ignorar la advertencia de los principales científicos sobre las posibles consecuencias desastrosas que podría desencadenar, podría haber movilizado desde el inicio de esta pandemia todos los recursos nacionales para enfrentar el virus, en cambio, aceleró el proceso de propagación de la pandemia y con ello el inicio del fin del imperio norteamericano.