LAS PROMESAS INCUMPLIDAS DE ESTADOS UNIDOS
Por: Rodrigo Bernardo Ortega
Junio de 2.016
Promesas y más promesas, así podría resumirse la visita del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama a Cuba. Luego de la normalización de las relaciones diplomáticas que se inició el pasado 17 de diciembre de 2014, y que permitió la reapertura de las embajadas en ambos países, el primer mandatario estadounidense pisó suelo cubano, en el primer viaje de un dirigente de ese país luego de 88 años. La visita que fue calificada como “histórica”, abrió un halo de esperanza para millones de cubanos que esperan el levantamiento del embargo y el cambio de discurso por parte de Washington en torno al reconocimiento de la soberanía e independencia de la isla.
A pesar de que el presidente Obama tuvo una actitud políticamente correcta y participó en varios eventos públicos –entre ellos el publicitado juego de béisbol entre la selección de Cuba y los Tampa Bay Rays–, la realidad que expresa su discurso es bien distinta de sus aparentes intenciones de mejorar las relaciones con La Habana. De hecho, después de todo tipo de vejámenes y ataques económicos, militares y hasta psicológicos al que ha estado expuesta la isla desde el triunfo de la revolución, la presencia de Obama buscó ejercer presión al gobierno de los hermanos Castro en una suerte de “rendición de cuentas” que el presidente norteamericano siente, es su destino, como “juez mundial”.
Parece que el restablecimiento de las relaciones sólo se ha quedado en palabras, pues es evidente que no se ha concretado ninguna de las propuestas dirigidas desde la Casa Blanca. En primera medida, el embargo económico que inició en octubre de 1960 y que ha aislado a Cuba del escenario latinoamericano y mundial, no ha sido aún levantado por el gobierno de los Estados Unidos, incluso cuando Obama se comprometió a hacerlo. Las presiones de los grandes grupos económicos y los partidos conservadores, han obligado al presidente a incumplir su palabra (nuevamente). Sin duda, liquidar el bloqueo es una de las propuestas más importantes a la hora de normalizar el tratamiento diplomático entre ambas naciones, pero los intereses de Washington parecen estar dispuestos en otra dirección.
En segunda instancia, uno de los temas más agudos en la agenda y que de nuevo sólo se ha quedado en promesas, es el cierre de la prisión de Guantánamo. Esta base naval que ha servido como centro de detención, funciona en el territorio libre de Cuba como un enclave estratégico de Estados Unidos, luego de un acuerdo firmado a principios del siglo XX durante la ocupación militar de ese país a la isla. Desde entonces, esta prisión ha sido un centro de violación sistemática de los derechos humanos so pretexto de “la protección de la seguridad y los intereses de Estados Unidos”. Sin embargo, desde su discurso de posesión en 2009, el presidente Barack Obama prometió el cierre total de la prisión sin obtener ningún resultado en sus dos administraciones (http://www.univision.com/noticias/politica/guantanamo-la-promesa-incumplida-que-persigue-a-obama), siendo una de sus grandes promesas incumplidas.
Además, con la altivez característica de los presidentes norteamericanos, Obama llegó a criticar la situación en materia de derechos humanos. Sin embargo, es oportuno preguntarse ¿por qué no se tiene el mismo rasero para juzgar como violación sistemática de los derechos humanos la situación de los presos en Guantánamo?” (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=210069). El gobierno norteamericano, en consecuencia, no tiene el criterio suficiente para reprochar, cuando la situación en su país resulta tan complicada y es incluso peor que en otras partes del mundo.
Sumada a la lista de las promesas incumplidas, se encuentra la ambivalencia del gobierno de Estados Unidos en cuanto a la normalización de los viajes entre ambos países, ya que impide los desplazamientos de cubanos a EEUU y condiciona los viajes de norteamericanos a Cuba (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=210117). La administración de Obama sólo permitirá que hombres de negocios que quieran ayudar a cubanos puedan hacerlo, haciendo que ésta apertura paulatina, signifique la entrada de monopolios a la isla y, de esa forma, exportar su modelo neoliberal. No obstante, los viajes se encuentran limitados a una parte de la población por lo que la llamada “apertura” no es más que un pretexto.
Una demostración de lo anterior, es el interés de Estados Unidos por obtener la vacuna para tratar el cáncer de pulmón desarrollada por Cuba. En efecto, el Centro de Inmunología Molecular de Cuba (CIM) y el Instituto del Cáncer de Roswell Park de Búfalo (Estados Unidos) firmaron un acuerdo para desarrollar una vacuna contra el cáncer de pulmón que ya tenía notables estudios en la isla (http://www.telesurtv.net/news/Estados-Unidos-quiere-la-vacuna-cubana-contra-el-cancer–20160323-0036.html). Esta situación demuestra que el gobierno cubano está cooperando, pero Washington sólo persigue adueñarse de los avances en materia de salud y educación que muestra La Habana, sin poner de su parte para resolver el conflicto y entender que la normalización de las relaciones depende de ambas partes.
El discurso del presidente estadounidense que figuró como histórico e inclusivo, tuvo una intención clara en su subtexto: “como el hombre más poderoso del mundo libre, me siento en la capacidad de exigirle al pueblo cubano de renunciar a su soberanía y a pedirles con vehemencia que respeten los derechos humanos. Después de ello, podremos considerar ayudas”. En el plano formal, existieron tres puntos críticos en los que se expusieron la postura de Estados Unidos, a saber: a) “Dejarlo todo atrás”, haciendo alusión a que el enfrentamiento Washington- La Habana es algo anacrónico; b) “Gracias a las virtudes de un sistema democrático y respetuoso de la libertad de los individuos, EEUU es el país de las oportunidades”; y c) “El socialismo tiene sus cosas buenas, como la salud y la educación (aunque le falta los derechos ciudadanos y las libertades que tienen los Estados Unidos).
El problema que este pronunciamiento sugiere es complejo. En primera medida, el hecho de hacer “borrón y cuenta nueva” esconde una pretensión absurda: evadir la responsabilidad de Estados Unidos del maltrato al pueblo cubano, buscando ser exculpado de la guerra económica y política impuesta sobre la isla. En otras palabras, el objetivo de Washington es “hacer como si nada hubiera pasado”, olvidando más de 50 años de opresión y barbarie ejercida sobre el pueblo de Cuba (http://www.diariolasamericas.com/5133_acercamiento-eeuu-cuba/3707405_prensa-oficial-cubana-critica-discurso-obama-isla.html). Esta estratagema del gobierno norteamericano pretende, en el fondo, dividir a la población de la isla entre aquellos que respaldan el cumplimiento de falsas promesas y las personas que aún, a pesar de las circunstancias, creen en las grandes virtudes del socialismo.
En efecto, el presidente Obama alabó el sistema de salud y educación cubano, y no es para menos, pues según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), la educación cubana “es un ejemplo para el mundo” (https://actualidad.rt.com/actualidad/view/119953-unesco-educacion-cubana-ejemplo-mundo) y no sólo en cobertura sino también en calidad. No en vano Cuba ocupa el primer lugar de los países latinoamericanos en cobertura, y su diseño en educación es mejor incluso de países que se consideran desarrollados. Este logro se suma a la eliminación de la desnutrición infantil (http://www.telesurtv.net/news/Cuba-libre-de-desnutricion-infantil-segun-Unicef-20160201-0018.html) que la Unicef había reseñado como un gran logro del gobierno cubano que evidencia el trabajo y compromiso de la revolución por la niñez.
Las críticas de la visita del presidente estadounidense fueron de variada índole. Comenzando por un digno artículo de Fidel Castro titulado “el hermano Obama” en el que con vehemencia recordó que el pueblo cubano “no necesita que el imperio nos regale nada. Nuestros esfuerzos serán legales y pacíficos, porque es nuestro compromiso con la paz y la fraternidad de todos los seres humanos” (http://www.lavanguardia.com/politica/20160328/40716336065/fidel-castro-responde-a-obama-que-cuba-no-necesita-regalos-del-imperio.html). Esta actitud quedó evidenciada en una fotografía en la que el presidente norteamericano intentó abrazar a su homólogo cubano en señal de reconciliación. Sin embargo, Raúl Castro en un gesto de desconfianza rechazó con dignidad la intención de Obama, poniendo distancia a la relación y mostrando que el recibimiento de los Estados Unidos en la isla se hizo con prevención y cautela.
Por su parte, el canciller Bruno Rodríguez dijo, con razón, que la visita de Barack Obama fue un “ataque” a la historia de la isla, fue una visita en la que hubo una crítica de fondo a “nuestra concepción, a nuestra historia, a nuestra cultura y a nuestros símbolos” (http://www.diariodecuba.com/cuba/1461011941_21776.html). Si el presidente Obama pensaba que su recibimiento sería tomado como un “gran acontecimiento” para Cuba, se equivocó. De ahí que, la administración de EEUU deba cambiar su actitud hacia a la isla porque no ha logrado mucho con su visión empresarial y sus promesas sin sustento.
Ahora bien, la táctica del gobierno norteamericano está basada en doblegar al presidente Castro para comenzar la implementación de un nuevo régimen que, como se ha visto con otras experiencias (como Afganistán, Iraq o Libia) es fracasado. Por tal motivo, “Obama ha sido el único presidente que ha visitado Cuba y que se ha sentido con el derecho de criticar públicamente, exhortar y presionar al liderazgo cubano y a los sectores sociales a que realicen “cambios” en la sociedad, lo cual podría llamarse “arrogancia del poder” e injerencia en los asuntos internos de Cuba” (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=210931). La realidad es que las promesas dichas por Barack Obama no están de acuerdo con la dignidad y reconocimiento de la soberanía del pueblo cubano, son simples “requisitos” para iniciar un diálogo unilateral que lleve a los Estados Unidos a posesionarse en la isla. No obstante lo anterior, la estrategia empleada tanto por Cuba como por algunos países de América Latina –que estuvieron unidos en el mismo objetivo–, venció pues como se constató en la visita, los Estados Unidos fueron forzados a dar un paso al frente en la normalización de las relaciones con Cuba
Finalmente, es oportuno decir que lo único que persigue el gobierno norteamericano son cambios sin compromisos reales, imposiciones sin diálogo, ni retroalimentación. Por esa razón, los países latinoamericanos deben unirse y continuar haciendo presión frente a Estados Unidos para obtener las demandas de Cuba, es decir, el levantamiento real y definitivo del embargo y, de la misma forma, exigir que Washington devuelva a la isla la posesión de Guantánamo como una muestra del respeto a la soberanía de los pueblos de América Latina.