TRIBUNAL MONSANTO: ¿UNA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL?
Por: Rodrigo Bernardo Ortega Marzo de 2.018
En pasados artículos hemos mostrado las consecuencias irreversibles de las decisiones implementadas por la compañía Monsanto. La multinacional estuvo involucrada, entre otras cosas, en la creación de la primera bomba nuclear, la invención del pesticida DDT, el cual causó daños irreversibles en los riñones e hígados de miles de campesinos (debido a ello fue prohibido por la Convención de Estocolmo de 2004), la utilización del Agente Naranja durante la guerra de Vietnam y el empleo de la hormona de crecimiento artificial Somatotropina bovina, ésta última ligada a problemas de salud como el cáncer. De igual manera, Monsanto monopolizó durante la década de 1980 los endulzantes sin calorías y diez años más tarde inició el negocio de las semillas genéticamente modificadas (http://ecoosfera.com/2013/04/por-que-monsanto-es-la-peor-compania-sobre-la-faz-de-la-tierra/). Sin embargo, a pesar de todos los daños causados a la humanidad, Monsanto sigue siendo una de las multinacionales con más ingresos del mundo y su éxito reside en dos pilares: las decisiones publicitarias como su fusión con el gigante químico Bayern y el pago de miles de millones de dólares a bufetes de abogados que se encargan de ocultar los desastrosos efectos secundarios de sus productos.
En efecto, una de las principales preocupaciones de diversos sectores sociales es que, debido a la actual circunstancia económica, las empresas multinacionales gozan de amplias ventajas y protección puesto que tienen el poder de manipular los mercados, comprar la justicia y pagar a costosos abogados.
Pero en este escenario dominado por los negocios y en el cual son asesinados líderes sociales que se oponen a la utilización de pesticidas y cultivos genéticamente modificados, existe una valiente iniciativa internacional surgida desde la sociedad civil que busca responsabilizar a Monsanto de los crímenes cometidos en contra de la humanidad. Esta organización que se conoce como el Tribunal Monsanto y está compuesta por reconocidos jueces internacionales, quienes se han encargado de recoger testimonios de víctimas y expertos para emitir opiniones legales (http://es.monsantotribunal.org/). De hecho, el pasado 18 de abril de 2017, el Tribunal Monsanto, siguiendo los procedimientos de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, encontró culpable a Monsanto de ser un agente comercializador de productos altamente tóxicos que contaminan el medio ambiente de manera permanente e irreversible, causando enfermedades y muertes a miles de personas en todo el mundo.
Una de las grandes conclusiones del Tribunal es que el modelo agroindustrial promovido por Monsanto es el causante de al menos un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, al igual que el desgastamiento e infertilidad de la tierra, la escasez de agua y la creciente extinción de la biodiversidad. En pocas palabras, la acción de la multinacional norteamericana ha contribuido de manera definitiva al incremento de las consecuencias del cambio climático. Por esta razón, no es para nada extraño que el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump niegue las evidentes secuelas del aumento de la temperatura del planeta y el deshielo de los polos. De igual forma, no es una sorpresa que el magnate haya negociado con la nueva empresa Bayern-Monsanto y que una orden ejecutiva promoviera la utilización de semillas genéticamente modificadas (conocidas por la sigla GMO). (https://www.march-against-monsanto.com/breaking-news-president-trump-pushes-gmos-in-new- executive-order/). En este sentido la ecuación es clara: todo discurso a favor de la protección del medio ambiente resulta fatal para los intereses de Monsanto, por lo cual al respaldo político del imperio se suma el poderío económico de la multinacional. Si el presidente Trump logra convencer al mundo (o al menos imponer su estrecha visión) respecto a que el cambio climático es “un cuento chino”, las grandes multinacionales como Monsanto seguirán depredando los recursos. De ahí la importancia de iniciativas como el Tribunal Monsanto.
A pesar de la lucha sin cuartel impulsada por el Tribunal, no se pudo evitar la reautorización del uso del glifosato en la Unión Europea. No obstante, fue una victoria pírrica para Monsanto pues de los quince años que esperaba obtener el visto bueno para el uso de ese peligroso veneno, sólo le fue otorgado un permiso por cinco años. La presión ejercida por el Tribunal y la iniciativa ciudadana respaldada por casi dos millones de personas ha provocado que el gobierno de Estados Unidos difunda una serie de documentos en los cuales se demuestra la manipulación científica, política y económica que ha ejercido la multinacional (https://www.rebelion.org/noticia.php?id=236234).
En la primavera del 2018 se espera que las revelaciones continúen, hecho que causará más problemas a Monsanto pues los nuevos cultivos transgénicos en los cuales se empleó el nuevo herbicida de Monsanto llamado Dicamba, resultaron ser un desastre y más de 1.000 agricultores en los Estados Unidos han demandado a la empresa por los daños causados, pues “en algunas zonas de EEUU, las parcelas con semillas transgénicas tolerantes a dicamba están cerca de las parcelas convencionales, y, debido a la deriva, el herbicida aplicado sobre las plantas transgénicas ha viajado hasta otros campos, destruyendo el resto de cultivos. Este tipo de disputas entre vecinos suelen resolverse sin demasiados problemas, pero en este caso la magnitud de los daños ha sido tan grande – podría haber afectado a cerca de 100.000 hectáreas de soja y también a cultivos de tomate, melón, cacahuete… – que el conflicto no ha hecho más que escalar, traduciéndose incluso en un asesinato”.(http://www.observatorio-omg.org/blog/eeuu-herbicidas-asociados-nuevos-transg%C3%A9nicos-provocan-da%C3%B1os-masivos-los-cultivos-vecinos). De igual forma, la generación de cultivos Bt en la India ha sido un fracaso rotundo de la multinacional.
Estos casos son poco difundidos en la gran prensa donde Monsanto tiene importantes inversiones, pero demuestran que el 2018 no será un buen año para el gigante de los alimentos y pesticidas.
Otro de los importantes logros conseguidos por el Tribunal de Monsanto fue la creación de la ONG Justicia Pesticidas en julio de 2017. El propósito de la organización es poner a disposición los datos legales sobre las afectaciones de los plaguicidas en todo el mundo. De esa manera se espera crear una amplia red de colaboradores para reunir casos, datos y evidencias que soporten las demandas en contra de Monsanto. Con la información jurídica y científica disponible, la ONG aspira a prohibir los plaguicidas que afectan la salud humana y el ambiente (https://www.ecoportal.net/temas-especiales/hacia-una-nueva-tribunal-monsanto/). Empero, es una lucha complicada pues como es costumbre, la multinacional tiene importantes influencias en todos los círculos poderosos del mundo por lo que no será fácil encontrar elementos contundentes para prohibir el uso de todos los productos que envenenan los campos y el medio ambiente. De hecho, Monsanto ya ha tenido importantes reveses financieros y judiciales, pero siempre encuentra la manera de recuperar sus inversiones. Esto desde luego no resta importancia a la actividad que el Tribunal lleva a cabo.
Aunque no ha sido lo suficientemente difundido, el Tribunal Monsanto ha recogido importantes testimonios que dan cuenta de los daños causados por los herbicidas y plaguicidas de la multinacional. De igual modo, los triunfos no han sido para nada despreciables. Por ejemplo, el campesino francés Paul François denunció haber sido envenenado en 2014 con el herbicida Lasso que posteriormente fue prohibido en Francia. En esta misma vía, las múltiples denuncias en contra del glifosato hicieron que la Corte Constitucional de Colombia prohibiera las aspersiones aéreas en 2015 y en abril del 2017 reafirmó su postura aduciendo que el herbicida tiene el potencial de generar daños en la salud y el medio ambiente (http://www.eltiempo.com/justicia/cortes/corte-reitera-prohibicion-de-aspersion-aerea-con-glifosato-81866). Estos casos revelan que la lucha en contra de las imposiciones de Monsanto rinde sus frutos y que es posible transformar el modelo de agricultura promovido por la revolución verde. De este modo, organizaciones como el Tribunal Monsanto demuestran ser efectivos en las denuncias y un puente entre campesinos y asociaciones de todo el mundo afectadas por los productos dañinos de la empresa norteamericana.
No obstante, debe considerarse que la reacción por parte del gigante financiero no se hizo esperar. Con el apoyo del magnate-presidente, Monsanto espera seguir siendo el principal proveedor de veneno en el mundo so pretexto de “combatir el flagelo de las drogas”. En efecto, en junio de 2017, el secretario de Estado de los Estados Unidos, Rex Tillerson instó al gobierno colombiano a retomar las aspersiones aéreas para combatir el crecimiento de los cultivos de coca (http://www.semana.com/nacion/articulo/eeuu-pide-a-colombia-a-reanudar-la-aspersion-aerea-de-los-cultivos-de-coca/528490). Y aunque el propósito aparente es reducir la producción de narcóticos, la realidad es que Trump busca darle un empujón financiero a la recién creada Bayern-Monsanto luego de los fracasos registrados con los cultivos Bt. Ahí radica la importancia de la presión ejercida por las ONG que combaten a Monsanto. A pesar de que es una batalla desproporcionada debido al entramado legal y económico con el que cuenta la multinacional, pequeñas acciones del Tribunal pueden significan una piedra en el zapato para el gigante que en cualquier momento lo pueden hacer tropezar.
De acuerdo con sus estatutos, el objetivo principal del Tribunal Monsanto es “lograr que se juzgue, siquiera de manera simbólica, a la empresa Monsanto […] así como contribuir al establecimiento de mecanismos internacionales que permitan a las víctimas de las multinacionales recurrir a la justicia” (http://es.monsantotribunal.org/__Como_). Sin embargo, el Tribunal es consciente de que la historia de Monsanto constituye un paradigma de la impunidad y que la lucha en contra de una empresa respaldada firmemente por uno de los gobiernos más poderosos del mundo es un asunto serio y complicado. Es claro que mientras para los accionistas siga siendo más rentable la promoción de un modelo de negocios en detrimento de los derechos fundamentales de las personas, las circunstancias difícilmente cambiarán. Por ello resulta imperativo que el papel del Tribunal se reconozca y se promocione como una alternativa eficaz para salvar al mundo de las empresas depredadoras de recursos naturales.
Existen nuevas denuncias en contra de la multinacional por el uso de soya transgénica en plantaciones de comunidades mayas en México, lo cual ha desatado una nueva polémica que pudiera ser otro punto de partida para socavar el papel hegemónico de Monsanto en el mundo (https://www.vanguardia.com.mx/articulo/denuncian-impunidad-por-danos-de-monsanto-comunidad-maya). Cada denuncia es una oportunidad para visibilizar las atrocidades que la multinacional comete y que en su mayoría quedan en la impunidad o que se resuelven simplemente con indemnizaciones económicas que jamás repararán los daños ocasionados. A pesar de que el juicio celebrado en abril del 2017 en el que se imputaron cargos a Monsanto por ecocidio y crímenes de lesa humanidad haya sido de forma simbólica, las repercusiones han comenzado a tener eco en diferentes medios de comunicación. Si bien la empresa sigue teniendo importantes activos económicos y goza de protección gubernamental, también ha tenido graves perdidas judiciales que sin duda continuarán en 2018 cuando se revelen nuevos casos de afectación al medio ambiente y la salud humana.
Por esa razón, lo que está en juego es muy grande. Sin el propósito de ser exagerados o alarmistas, el futuro de la humanidad dependerá de la presión que organizaciones como el Tribunal Monsanto logren para detener las acciones criminales de este tipo de empresas. Si logra reunirse el suficiente material probatorio y si existen un movimiento generalizado que demuestre las atrocidades cometidas por Monsanto y sus pares, se logrará revertir una lógica de producción de alimentos que está llevando a la humanidad a su paulatina extinción. Por eso el fallo de abril tuvo repercusiones más que simbólicas, es una oportunidad sin precedentes para que la sociedad civil sea consciente de que la protección de la biodiversidad es la única clave para tener un porvenir distinto al que un puñado de grupos económicos quiere imponernos desde sus lujosas oficinas.