LA OEA: ¿INSTRUMENTO DE ESTADOS UNIDOS?
Septiembre de 2.016 Por: Rodrigo Bernardo Ortega
El Secretario General de la OEA, Luis Almagro ha resultado ser para los Estados Unidos, uno de los personajes más dóciles y obedientes de su política imperialista en dicho cargo. Para validar la anterior afirmación, veamos en todo su contexto la situación:
Las organizaciones intergubernamentales son aparentes foros de discusión, en los que distintos Estados ponen en común, sus preocupaciones y problemas. Si bien han fungido como escenarios para la solución de cuestiones prácticas referentes a conflictos y otras circunstancias que eventualmente se puedan desatar, no debe desconocerse, sin embargo, que son los miembros más poderosos quienes generalmente dictan los lineamientos y pautas de comportamiento de la organización.
No es un dato menor que la sede principal de la OEA esté ubicada en Washington D.C., el corazón político del país norteamericano, desde donde se pueden controlar las disposiciones y negociar todo tipo de resoluciones favorables. Además de lo anterior, Estados Unidos aporta una cuota anual de 48 millones de dólares para los costos operacionales de la organización, lo que equivale al 60% de su presupuesto (http://gestion.pe/politica/oea-reduce-millon-dolares-su-presupuesto-2014-2079867). A pesar de que el presidente Barack Obama pidió al Departamento de Estado reducir los aportes al foro multilateral (pues según sus estatutos, ningún Estado miembro puede aportar más del 50% del presupuesto), la realidad es que Estados Unidos sigue mandando la parada en este y otros temas.
Al respecto, la Carta Democrática Interamericana (aprobada en sesión especial de la OEA el 11 de septiembre de 2001 en Lima, Perú) ha servido para ejemplificar lo anteriormente mencionado: el deseo de los Estados Unidos por querer influenciar las decisiones de los demás miembros de la organización y, sobre todo, buscar la división del continente. En meses pasados, este instrumento que se supone fue aprobado para el fortalecimiento y preservación de la institucionalidad democrática, busca aislar a Venezuela de los procesos de la región so pretexto de su situación interna.
El secretario general de la OEA, Luis Almagro, ha iniciado una férrea campaña en contra de Venezuela al considerar que su situación política interna contraviene el sentido democrático de la organización. Por ese motivo, tras fuertes presiones mediáticas que sin duda dejan en entredicho la imparcialidad que su cargo debe tener, ha hecho un llamamiento a la aplicación de la Carta Democrática en contra del gobierno del presidente Nicolás Maduro.
De acuerdo con Almagro, la aplicación del instrumento busca encontrar las “decisiones pertinentes” para evitar la ruptura del orden constitucional en Venezuela. (http://www.el-carabobeno.com/noticias/articulo/133175/Almagro-Carta-Democrtica-est-en-proceso-de-aplicacin). Sin embargo, es claro que Almagro sigue un lineamiento general promovido por la Casa Blanca que busca desestabilizar la situación interna en Venezuela. El Secretario General no es más que un emisario de los intereses de Washington, siguiendo al pie de la letra, un plan del Departamento de Estado y los órganos de seguridad del país del norte que persiguen la destrucción de la unidad latinoamericana. Por esa razón, la OEA de la actualidad es una fachada que oculta las decisiones unilaterales de Estados Unidos respecto al “manejo adecuado” de la política continental, de ahí que Almagro sea simplemente un funcionario útil y dócil frente a los dictámenes del Pentágono.
De acuerdo con el titular de la OEA, la aplicación de la Carta se encuentra en una tercera fase. La primera fue la constatación de la alteración del funcionamiento democrático, la segunda fue la convocatoria de una Asamblea General en la que se expondría la situación y la actual etapa es la evaluación de las circunstancias para tomar medidas en torno a la supuesta crisis política de Venezuela (http://radiomacondo.fm/2016/07/26/oea-activacion-carta-democratica-venezuela-esta-tercera-fase/). El objetivo último de Almagro, sus socios y sus jefes (es decir, el gobierno de Estados Unidos), es promover la suspensión de Venezuela de la organización interamericana como lo que ocurrió en Honduras en el 2009 tras el golpe contra el presidente Manuel Zelaya. De conseguir la aplicación de este instrumento, el Secretario General (un claro servidor de Washington), lograría su cometido de aislar a Caracas de los procesos de integración continentales.
Sin embargo, según Almagro “la Carta Democrática busca reencauzar la democracia en Venezuela, no castigar al país” (http://www.noticias24.com/internacionales/noticia/116379). Algo que resulta muy difícil de creer, toda vez que las iniciativas de diálogo entre las partes involucradas han sido rechazadas por no tener, según la OEA, “resultados concretos”. Además, es evidente que las decisiones de la Secretaría General de la organización siguen las directrices de Washington.
En efecto, algunas semanas antes de la votación, cuatro senadores de Estados Unidos: Dick Durbin representante demócrata por Illinois, Marco Rubio, senador y ex candidato a las primarias republicanas, y los también representantes demócratas por Florida y Nuevo México, Bill Nelson y Tom Udall, tuvieron un encuentro con Almagro para reiterarle su apoyo frente a la situación venezolana (http://www.vtv.gob.ve/articulos/2016/06/09/senadores-de-eeuu-se-suman-a-politica-injerencista-de-almagro-contra-venezuela-3485.html). Esta injerencia por parte de los legisladores, es una clara violación a la no intervención en asuntos internos, consagrada en los propósitos de la Organización de las Naciones Unidas. Además, deja entrever que Luis Almagro es una pieza fundamental en los intereses del Congreso norteamericano que, en asuntos exteriores, funciona como un bloque unificado.
La activación de la Carta Democrática de la OEA “tiene precio y límite de tiempo”, por lo que el apoyo de diversas naciones será fundamental para poner el recurso en marcha. Es claro que Almagro no está trabajando solo, es decir, que su iniciativa está orquestada desde la Casa Blanca. El Secretario General no es más que un emisario a sueldo (de hecho, se ha hablado de 1 millón de dólares para realizar la respectiva presión mediática. Igualmente se ha impuesto como fecha límite las elecciones presidenciales en Estados Unidos http://www.rebelion.org/noticia.php?id=214863). De este modo, queda constatado que existe dinero de por medio para llevar a cabo estas acciones que, huelga repetirlo, son dirigidas desde la Casa Blanca, buscando desestabilizar al gobierno de Venezuela, mediante la injerencia y la falsa propaganda.
Estados Unidos se ha mostrado de acuerdo en prestar todo el apoyo logístico (y monetario) para que finalmente Venezuela pueda ser expulsada de la organización multilateral. Sin embargo, debido a la premura del tiempo al que está sometido Almagro –quien no desaprovecha ninguna oportunidad en prensa y televisión para dejar en claro su deseo–, se han dejado pasar cuestiones importantes. Por ejemplo, el escaso respaldo que ha recibido la iniciativa del Secretario General debido al poco asidero jurídico, político y diplomático que tiene su propuesta.
Solamente Paraguay ha respaldado con contundencia la aplicación de la Carta Democrática, contrariamente a 20 Estados de la organización que, bajo el liderazgo de Argentina, han buscado una vía conciliadora alternativa a la utilización del instrumento (http://eltiempo.com.ve/mundo/organismo/oea-vota-a-favor-de-propuesta-argentina-y-no-la-de-almagro/220131). De esta forma, queda confirmado que la propuesta de Almagro no busca ser “pacífica” ni mucho menos, sino que representa únicamente los intereses de Estados Unidos, y que contrariamente a la difusión mediática, su apoyo ha estado notablemente limitado por la unión de los países Latinoamericanos que son conscientes de buscar otros mecanismos que promuevan un diálogo auténtico entre los diferentes sectores venezolanos.
Empero, no debe escatimarse el hecho de que uno de los países más poderosos de la OEA y su principal financiador, Estados Unidos, se encuentra a favor de la iniciativa de Almagro. Este hecho se acompaña con una creciente campaña de desprestigio dirigida en contra de otras organizaciones que promueven la integración latinoamericana. Así pues, Washington busca que UNASUR, ALBA, CELAC, entre otros organismos regionales, pierdan el protagonismo frente a las decisiones que adopte la OEA, generando un ambiente de “están conmigo o están contra mí”, algo muy propio de la política exterior norteamericana.
En efecto, desconociendo las iniciativas de diálogo entre el gobierno y la oposición venezolana que han contado con la mediación de UNASUR y el propio Vaticano (http://www.telesurtv.net/news/Unasur-y-Vaticano-renuevan-mediacion-para-dialogo-en-Venezuela-20160722-0005.html), el gobierno de Estados Unidos ha buscado minimizar los acercamientos pues su interés principal es expulsar a Venezuela de la OEA y posteriormente, socavar la integración de las naciones latinoamericanas como lo hizo con el bloqueo a Cuba. Es claro que la OEA no es la única organización que promueve un acercamiento entre los sectores políticos en Venezuela, la UNASUR por su parte ha liderado acercamientos concretos y con resultados visibles, algo que Washington observa con desconfianza, primero porque no puede obtener réditos políticos de esta circunstancia y segundo, porque prefiere soluciones más “prácticas” como el aislacionismo.
Estados Unidos busca, por tanto, desacreditar cualquier forma de diálogo que no sea aprobada por sus poderes fácticos. El propósito central del gobierno de Obama es dividir las iniciativas que surjan en el continente pues ello acarrearía un peligro de cara a los grandes paradigmas que defiende el gigante del norte. Por tal motivo, el apoyo irrestricto e incondicional a Luis Almagro (su ficha clave en la OEA), es fundamental pues ello le asegura generar un ambiente constante de hostilidad y enfrentamiento entre los distintos países de América Latina, con el objetivo final de destruir la integración continental.
Hay una estrategia general por parte de los servicios secretos de Washington que ha sido siempre su modus operandi. La primera etapa consiste en una continua guerra mediática con el fin de realizar sus intereses (http://www.aporrea.org/medios/a231873.html). El segundo momento, pretende profundizar en las enemistades de diferentes naciones, buscando socios peligrosos que posteriormente son incontrolables. Así sucedió con las dictaduras en América Latina o el entrenamiento a grupos que a la postre formarían Al-Qaeda.
Estados Unidos está acostumbrado a desatar conflictos y crear desestabilidad y luego abandonar el territorio sin ninguna responsabilidad. Pues bien, esa es justamente su estrategia con la aplicación de la Carta Democrática Interamericana. No sólo pretende que Venezuela sea aislado de los procesos continentales, sino que sus ambiciones van más allá: generará toda la presión política, diplomática (y no debe descartarse la militar) para sacar del poder al presidente Nicolás Maduro. Con ello, bajo el viejo aforismo de Julio Cesar y Napoleón “divide y vencerás”, Washington espera debilitar profundamente la integración latinoamericana.
Con todo, la OEA ha funcionado como una institución al servicio de los Estados Unidos. La iniciativa de su Secretario General, Luis Almagro, es la muestra de que existen intereses a la sombra que persiguen a como dé lugar, la expulsión de Venezuela y la creación de un escenario de desestabilidad que aumente el disenso y la falta de diálogo, pues una América Latina desunida es el mejor de los dividendos para Washington y su estrategia política de dominio mundial.