LAS BASES MILITARES DE ESTADOS UNIDOS: LA NUEVA COLONIZACIÓN DEL MUNDO
Noviembre de 2.016 Por: Rodrigo Bernardo Ortega
Imponer la democracia. Ese parece ser el objetivo de Estados Unidos en el mundo. Pero claro está que una versión particular de democracia, caracterizada por la explotación a toda costa de los recursos naturales, la entronización de empresas multinacionales con toda la lógica depredadora del mercado y la imposición de gobiernos (en algunos casos autoritarios) a los que respalda a sangre y fuego. Acompañado de este proceso de colonización política y cultural, se suma la presencia efectiva de bases militares en todo el mundo. Se calcula que el país del norte tiene unas 800 bases alrededor del globo cuyo costo operativo asciende a unos 100.000 millones de dólares al año (https://actualidad.rt.com/actualidad/176300-bases-eeuu-mundo-causas). Sin embargo, ¿para qué insiste el Pentágono con llevar a cabo acciones militares que son a todas luces el abuso a la soberanía de los distintos países y el caldo de cultivo para miles de escándalos?
En efecto, son cada vez más continuos los escándalos que sacuden a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos y en su mayoría se centran en la brutalidad de la violencia, como el caso de los prisioneros en Abu Ghraib, Iraq que fueron expuestos a toda clase de vejámenes y contó la complicidad del Pentágono para ocultar lo que allí sucedía hasta que fue insostenible (http://www.lainformacion.com/politica/defensa/el-pentagono-oculta-el-album-de-horrores-contra-prisioneros-de-irak-y-afganistan_IepfaBUcIhhLhWEtUrou16/); o en los temas de explotación sexual que son recurrentes y cuyas víctimas son por lo general menores de edad.
Es lógico argumentar, en consecuencia, que donde existe una base norteamericana, hay un problema de violación sistemática de los derechos humanos. Existen innumerables registros de cómo las fuerzas “pacificadoras” de Washington se relacionan directamente con casos de explotación sexual, que incluso han involucrado a altos mandos como el general mayor, Michel Carey, comandante de la vigésima fuerza aérea de los Estados Unidos, sobre quien recayó un manto de duda respecto a un escándalo sexual (https://www.youtube.com/watch?v=LXj9uZD-QV4). En relación con esto, existen múltiples investigaciones que comprueban la correlación entre las misiones de los marines y el aumento de la prostitución.
Pero las bases militares no sólo han sido problemáticas para los países satélite de Estados Unidos, sino también para sus propios aliados. En junio del presente año, unas 65 mil personas salieron a exigir en Okinawa, Japón la expulsión de las bases norteamericanas que, según los propios habitantes, están causando violencia y terror. Una niña de 12 años fue violada en 1995 por marines estadounidenses y luego asesinada, por lo que la protesta inició con un minuto de silencio en memoria de la víctima (http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-36576299). Más allá de los acuerdos militares producto de la Segunda Guerra Mundial, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, ha tenido que buscar alternativas para calmar los ánimos de una población inconforme con la violencia sembrada por las bases militares de Estados Unidos.
De igual manera, la presencia militar de Washington arrasa a su paso no sólo con la tranquilidad de los habitantes, sino también dejando irreversibles secuelas ambientales como los más de 10.000 barriles tóxicos abandonados en una antigua base militar en Groenlandia (https://actualidad.rt.com/actualidad/219834-barriles-toxicos-base-militar-eeuu-groenlandia).
Es tanto el daño que producen los marines, que ya varios gobiernos han pedido que se responsabilicen del cuidado de las bases. Parece ser que los escándalos se reproducen sistemáticamente y que no son “casos aislados” como la Casa Blanca lo ha querido mostrar. El inconveniente mayor es que los gobiernos no pueden juzgar la actuación de los militares pues cuentan con un fuero especial que los protege de la justicia local, lo cual es una clara violación a la soberanía de los Estados.
Con todo, vale preguntarse cómo en oportunidades anteriores: (http://laotraopinion.net/mantener-presencia-militares-de-u-s-a-en-colombia-para-que/) ¿para qué necesita un país como Colombia tener bases militares si se supone que está ad portas de conseguir un acuerdo de paz definitivo? Es desde todo punto de vista ilógico pretender continuar con la presencia de un poder que sólo ha contribuido al recrudecimiento de la violencia y la violación de los derechos humanos. En efecto, el plan Colombia y otros “acuerdos de cooperación”, sólo han sido instrumentos utilizados en detrimento de los verdaderos intereses de Bogotá y han ocasionado que Washington establezca su presencia permanente en América Latina. Sin duda existe un plan estratégico ordenado desde el Pentágono que consiste en el posicionamiento territorial, sin importar los daños que esto produzca a la población local.
Si el gobierno colombiano realmente tiene intenciones de construir una paz “estable y duradera”, deberá pedir al gobierno de los Estados Unidos que retire sus bases militares pues ello constituye un peligro para la seguridad del país y sus habitantes. Existen además, un sinnúmero de daños colaterales como la pérdida de autonomía en las decisiones públicas y con ello la vulneración de la soberanía, el aumento de la prostitución y los escándalos sexuales, la afectación del medio ambiente y la cultura del país receptor, entre otras consecuencias. De hecho, sólo basta con poner en cualquier motor de búsqueda la expresión “bases militares de Estados Unidos” y lo primero que aparecerá son los escándalos y vulneración de derechos.
Pero a pesar de todas las consecuencias, el Pentágono sigue sembrando la discordia en América Latina. El año pasado, por ejemplo, se dio a conocer que la Casa Blanca implantará una base secreta en la amazonia peruana (https://actualidad.rt.com/actualidad/188369-traicion-peru-eeuu-bases-secretas-amazonia), lo cual no sólo significa la pérdida de autonomía por parte del gobierno peruano, sino el peligro del dominio norteamericano sobre el llamado “pulmón del mundo”. De igual manera, el presidente de Argentina, Mauricio Macri, aceptó la instalación de dos bases militares, una ubicada en la frontera que comparte con Paraguay y Brasil, y otra en la provincia sureña de Tierra de Fuego (http://www.hispantv.com/noticias/argentina/257204/eeuu-instala-base-militar-argentina-macri).
Estos actos demuestran la poca unidad que existe en torno a un ideal común latinoamericano, manipulado por la presencia de Estados Unidos.
Es claro que si Washington continúa con su proyecto de invasión a América Latina (hecho que ha sido apoyado con la desestabilización del gobierno venezolano o el respaldo logístico prestado para la destitución de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff), se tendrá que lidiar con un problema geopolítico mayor: el dominio sobre la reserva del Amazonas, que ha sido una ambición del gobierno del norte desde que inició su incursión en el continente. De hecho, algunos analistas coinciden en argumentar que la destitución de la presidenta Rousseff obedeció a la ambición de empresas trasnacionales de Estados Unidos que buscan iniciar proyectos, no es sorprendente, en el Amazonas (http://www.hispantv.com/noticias/brasil/255322/eeuu-apoyo-golpe-parlamentario-rousseff-impeachment). En estas circunstancias, resulta sumamente provechoso contar con bases militares que les aseguren el control territorial efectivo.
No obstante, como ha quedado claro, las bases norteamericanas significan una vulneración a los derechos de los habitantes del país que las recibe, no sólo porque se pierde soberanía sino por la falta de valores de los marines que se ven involucrados a diario en escándalos sexuales. La preocupación de fondo además de esto, es la presencia continua de Estados Unidos en el mundo que puede significar una nueva forma de colonialismo en la medida que la violencia de las Fuerzas Armadas de ese país puede traer consigo una amenaza continua para aquellos países que piensen distinto a su modelo deformado de democracia. En todo caso, si las bases están instaladas es para demostrar que los abusos a los derechos humanos continuarán.