Por: Rodrigo Bernardo Ortega
Febrero de 2.024
(Este artículo es la continuación de La Sorprendente Verdad del Origen del dinero)
Bitcoin, la primera criptomoneda, nació en el 2009, pero su gestación se dio un año antes en la ahora llamada crisis del 2007-2008 (la crisis financiera más grave desde la Gran Depresión de 1929).
Esta Crisis ocurrió después de un periodo de sostenida y larga prosperidad en el centro del poder. Tras la caída del muro de Berlín llegó la configuración de un mundo unipolar, rumores del fin de la historia y un nuevo consenso internacional respecto del manejo de mercados: El neoliberalismo.
En medio de esta desregularización y la desmesurada financiación del mercado, los bancos crearon una larga lista de, complejos y arcanos, instrumentos financieros: derivados de crédito y de mercancía, derivados de obligaciones colaterales hipotecarias, valores híbridos e intercambio de deudas. Estos mercados de derivados recién establecidos eran de una sofisticación tan notable que, de acuerdo con un rumor persistente, una destacada firma de inversiones tuvo que contratar astrofísicos para implementar programas informáticos tan intrincados, que incluso, los profesionales financieros no lograban comprender (Para quienes quieran entender a fondo el tema, una muy buena introducción al intrincado mundo de las causas de la crisis de 2009, recomendamos la película La Gran Apuesta (2015) de Adam McKay).
Ante la aparición de estos productos, los reguladores del gobierno norteamericano obviaron sus riesgos y los vendieron a lo largo y ancho del globo, causando una burbuja de especulación en torno a hipotecas basura (sub-prime). Cuando la burbuja eventualmente estalló, entonces, se generó una ruptura en la cadena de titulació, una crisis de liquidez en los sistemas financieros del norte global y una subida dramática de las tasas de interés. Para los ciudadanos (aun los que no participaron de las hipotecas sub-prime) ésto implicó pérdidas de viviendas, pérdida de ahorros pensionales, incapacidad de repago de créditos financieros, despidos masivos, inflación y el inicio de una dolorosa recesión.
Ante la prospectiva de un escalamiento mayor, muchos gobiernos tomaron la decisión de salvar a los bancos (quienes fueron responsables de la crisis) inyectándoles una cantidad astronómica de dinero mediante una herramienta de emergencia llamada expansión cuantitativa. Esto es, literalmente, crear dinero de la nada. Sin embargo, los gobiernos no hicieron nada por el ciudadano, a pesar de la retórica revolucionaria del recién electo presidente de los EEUU: Barak Obama.
En la siquis de las personas afectadas por la crisis quedó claro quiénes eran los villanos de la historia: los gobiernos y la banca. Este episodio dio origen a movimientos pseudo-anarquistas como Occupy Wall Street, en Nueva York y el 15M, en España. Debido a que las personas se sintieron traicionadas por los tecnócratas. A raiz de esto se abrió la Ventana de Overton para empezar a imaginar un sistema financiero que no necesitara ni de Gobiernos, ni de bancos, ni de intermediarios de ningún tipo: ésta, y no otra, es la génesis de las criptomonedas.
El origen del bitcoin, como todo lo que se le asocia, es opaco. En noviembre de 2008, una o varias personas, utilizando el seudónimo de Satoshi Nakamoto, divulgaron un paper relacionado con criptografía. En este paper, Nakamoto describe un proyecto destinado a crear una moneda digital con la finalidad de contabilizar y transferir valor.
Según Nakamoto, Bitcoin nació con la ambición de proporcionar a los ciudadanos un medio de pago que permitiera ejecutar transferencias de valor de manera rápida, a bajo costo y que no estuviera sujeto al control ni manipulación por parte de gobiernos, bancos centrales o entidades financieras. La primera red basada en el protocolo Bitcoin entró en funcionamiento en enero de 2009, marcando así el inicio de la era de las criptomonedas.
Pero…¿Cómo funciona Bitcoin? Un Bitcoin – y por extensión una criptomoneda- es un token o moneda digital que vive en una blockchain, la cual es un sistema descentralizado que registra las transacciones de la red en todos los centros de conexión del sistema. Para validar estas transacciones el sistema utiliza un método criptográfico llamado “prueba de trabajo”, el cual implica resolver complejos problemas matemáticos para encontrar un nuevo bloque y añadirlo a la blockchain. Este bloque no es otra cosa que las transacciones de traspaso de valor. El centro de conexión (nodo) que resuelve la prueba de trabajo es recompensado con bitcoins (este proceso sumamente energéticamente costoso, se llama minería).
La cantidad de bitcoins que pueden ser minados está limitada a 21 millones de Bitcoins, lo cual garantiza que conservará su valor. El proceso es transparente, justo, imposible de manipular, pseudónimo, auditable, inmune a la inflación, totalmente virtual y no dependiente de ninguna autoridad central.
Con estas características, entusiastas de izquierdas y derechas vieron en el blockchain la promesa que no pudieron cumplir las democracias liberales y la posibilidad de una verdadera democratización del dinero, en resumen, el sueño de Smith.
Como cualquier moneda, las cripto también tienen una cara B. Desde el inicio se levantaron voces, que, con escepticismo, señalaron problemas técnicos y culturales.
Empecemos con los problemas técnicos:
Las cripto que usan pruebas de trabajo como método de validación, resuelven complejos problemas matemáticos para obtener ganancias. En un principio cualquier computador o teléfono podía, con sus limitados recursos, obtener el beneficio del minado. A medida que el número de transacciones aumentó, sólo grandes servidores trabajando continuamente obtienen ganancias del minado. Esto implica que para mantener la red de criptos activa se requiere gastar enormes cantidades de energía (para hacernos a una idea del consumo, es lo equivalente al uso energético de un país como Argentina). En un mundo que lucha con los retos del cambio climático el desperdicio de tal cantidad de energía, sólo para mantener un histórico de transacciones, parece por lo menos criminal.
Sigamos con los problemas culturales:
El primer caso de uso viable es la utilización de las cripto en operaciones ilegales. En la llamada deep web existió un marketplace tipo Amazon dedicado a la compraventa de productos y servicios ilegales (estupefacientes, órganos, animales exóticos, servicio de sicariato, por mencionar sólo los menos horripilantes), donde el pago se hacía a través de Bitcoin. También, proliferaron los ataques llamados ransomware (de rescate) donde cibercriminales piden una cantidad de dinero -en criptos- a cambio de devolver información secuestrada mediante un cifrado. Estas modalidades de crimen explotan la naturaleza seudónima de la tecnología de blockchain, que hacen extremadamente difícil desenmascarar la identidad real de los criminales detrás de la combinación de caracteres de sus billeteras virtuales o crypto-wallets.
En este punto las cripto eran vistas como una tecnología marginal sólo adoptada por idealistas tecno futuristas y criminales, sin embargo, hacia el 2015, y con el aumento del precio del Bitcoin, grandes intereses financistas del norte global vieron una enorme posibilidad de ganancias si entraban en el ecosistema blockchain y Bitcoin dejó de ser un activo paria.
La pauta publicitaria más costosa del mundo es durante el intermedio del Super Bowl (cada segundo se estima alrededor de USD$233,333) por eso, resultó sorprendente, en el 2021, la promoción de servicios cripto de la startup FTX. Ese mismo año, el Salvador había adoptado el Bitcoin como moneda de curso legal, junto al dólar, creando un monedero digital –“Chivo”- accesible para toda la población. Por fin parecía que el concepto de la blockchain había ganado suficiente legitimidad como para tener viabilidad.
Derivado al apogeo de esta nueva moda, surgieron una cantidad abrumadora de monedas que podían ser comerciadas en Apps fáciles de usar y con estética de juego. Se hicieron populares los NFT (una suerte de certificados de autenticidad basados en la blockchain y pagados con criptos) en los cuales se podía “ser dueño” de imágenes digitales, atractivas para los jóvenes, especialmente los Millennials. Se crearon proyectos gobernados con “contratos inteligentes” (contratos basados en la blockchain y cuya participación accionaria es pagada en criptos) para videojuegos y clubes nocturnos.
El capital social también creció enormemente: muchas celebridades se convirtieron en evangelistas de este nuevo universo cripto. Empresas tan reputadas como Microsoft, PayPal y Meta empezaron pruebas de concepto y corredores financieros abrieron nuevas líneas de inversión basadas en criptoactivos. Inclusive, un gurú llamado Zach Pandl dejó una lucrativa carrera como macroestratega en Goldman Sachs, por un puesto de analista en Grayscale, una empresa que gestiona fondos de inversión en criptomonedas: «Creo en el futuro de esto, ésto es el futuro», afirmó.
El predecible resultado fue que personas comunes y corrientes vieran en las criptomonedas una oportunidad de inversión segura y futurista. Podemos notar que, salvo contadísimas excepciones, el ecosistema cripto no ha sido utilizado como moneda de cambio. El único experimento a gran escala se realizó en Salvador, donde, en teoría cualquier negocio está obligado a recibir Bitcoin. Sin embargo, debido a la volatilidad del precio, ningún negocio los acepta.
El Chivo, la cripto-wallet del Salvador, venía con unos cuantos dólares en Bitcoin, precargados para incentivar su uso. Apenas liberaron la aplicación casi la totalidad de los salvadoreños cambiaron el valor a moneda corriente y no la han vuelto a utilizar. El único lugar donde es aún posible comprar y vender en Bitcoin es en el llamado Bitcoin Beach (el Zonte), una suerte de Disneylandia para cripto-entusiastas extranjeros. Las transacciones realizadas en este lugar no representan mayor repercusión en la economía del país, y sin embargo, sí hay un riesgo enorme de blanqueo de capitales y evasión de impuestos.
Entonces, ¿por qué millones de personas se han vuelto usuarios de las criptos? Debido a que lo ven como una inversión. Ya que estamos frente a un mercado totalmente especulativo, por ello, es más correcto hablar de criptoactivos, en lugar de criptomonedas o criptodivisas. Resulta también curioso que, debido a lo lento que resulta hacer transacciones en la blockchain (7 transacciones por segundo a nivel mundial), las plataformas de intercambio de criptoactivos establecieron sistemas centralizados donde, en lugar de agregar nuevos bloques al sistema, ellas mismas son quienes “llevan la cuenta” de cada cliente y hacen las transacciones, sólo nominalmente, en la App. Es decir, están actuando exactamente igual que un banco bursátil. Es evidente, ahora, que los actores dominantes del sistema cripto empiezaron a ser “los mismos de siempre”, alejándose de la filosofía igualitarista del 2009.
El mercado de las criptos ya no es independiente, auditable, transparente o imposible de manipular.
Al igual que en el 2008, este mercado está lleno de actores con mala fe, incentivos perversos y nula regulación. Por eso, no sorprende que los riesgos inherentes sean los mismos. Como un uroboro, la serpiente se come la cola.
Empecemos con lo menos grave, la gran mayoría de cripto-proyectos (arte NFT, videojuegos, clubes, etc) no fueron materializados y los que sí, son decepcionantes. Los inversionistas que usaron fondos en estos proyectos con sus preciosas criptomonedas, no recibieron lo que les prometieron (a veces nada). Sin embargo, debido a la naturaleza experimental de los mismos, los inversionistas sabían que estaban invirtiendo en emprendimientos riesgosos y por lo mismo, fueron cautos.
Los fraudes tipo Pump and Dump empleados desde hace muchas décadas, consisten en que se manipula el precio de las acciones mediante desinformación, y luego se venden masivamente a un precio inflado antes de que el valor real se revele. El caso paradigmático de este esquema fue la debacle de Enron en los noventas. Pues bien, este esquema se viene utilizando con las criptos: Aprovechando, de nuevo, el carácter seudónimo, y lo fácil que es crear nuevas criptomonedas (solo unas cuantas líneas de código) empezaron a proliferar las llamadas shitcoins, monedas creadas exclusivamente para fraudes Pump and Dump, promocionadas por influencers (reales y también virtuales utilizando Inteligencia Artificial IA), en plataformas como Twitter (ahora X), Instagram y YouTube. Este tipo de entramados, se estima son al menos, el 54% de todos los criptoactivos; minando la credibilidad de todo el ecosistema, y dejando algunos los usuarios más crédulos (generalmente los más jóvenes e inexpertos) en bancarrota.
En el 2022, aún quedaban instituciones cripto reputadas y confiables, FTX era la Exchange que movía más volumen de criptos en el mundo, se le consideraba tan sólida, que decían que era como invertir en Apple, pero pronto vendría su derrumbe. El fundador de FTX, Sam Bankman-Fried (SMF), quien era laureado como una promesa del mundo financiero, resultó ser un estafador Ponzi; las ganancias que mostraba eran respaldadas en otro token que creaba de la nada y todo el sistema se mantenía artificialmente con nuevos inversionistas. Como en 1929, o en el 2008, todo se vino a pique cuando se examinaron con más detenimiento las operaciones del Exchange avaluado en 81.000 millones de dólares, hubo un pánico de ahorradores, nadie pudo retirar sus activos; no existían, todo se esfumó.
Para prevenir nuevos meltdowns o crisis como la anteriormente descrita, el gobierno de Estados Unidos ha decidido unilateralmente regular el mercado de las criptos.
La Comisión de Bolsa y Valores de los Estados Unidos comúnmente conocida como la SEC, ha dado vía libre para que los fondos de inversión puedan ser cotizados en Bitcoin, esta vez se promete que vigilará más de cerca para evitar el fraude o la manipulación, y espera que la entrada de “actores más serios” reduzca la volatilidad.
Si tomamos como lecciones aprendidas las crisis bursátiles del pasado, al darle legitimidad a estos activos, sólo hará que crezca la especulación en activos sin respaldo alguno en el mundo material; en cuanto a la efectividad de los reguladores estadounidenses, ya sabemos que están cooptados por insiders, que son personas privilegiadas con información confidencial, la cual usan en su propio beneficio o de sus allegados.
La conclusión es que todos los ingredientes están dados para cocinar un desastre mayúsculo, la crisis del 2008 en repetición, esta vez con criptos.
Hagamos una pausa.
Es evidente que, debido al giro que tomaron las cripto, no es posible volver a los valores altruistas de tener dinero democrático.
¿Qué hacer? A continuación, algunas ideas que no pretenden ser prescriptivas, sino meramente propuestas, que deberían ser discutidas en un diálogo abierto por todas las partes de la sociedad.
En primer lugar, es éticamente indefendible el uso de la prueba de trabajo como validación de transacciones, el costo energético es prohibitivo. Afortunadamente, existen alternativas menos costosas, que hacen más eficiente el consenso. Las pruebas de participación o espacio parecen algoritmos prometedores. Otro paso de sentido común es que para prevenir fraudes (y otros ilícitos), las transacciones puedan ser reversadas y que ante la orden de un juez se pueda levantar el anonimato de los actores. Todas estas modificaciones son posibles sin por ello sacrificar el carácter descentralizado del sistema.
Pero para realmente hacer realidad las visiones originales de las cripto, las soluciones no deben ser sólo tecnológicas sino también políticas.
Hasta ahora ha habido un monopolio de Estados Unidos en los esfuerzos de regulación del espacio cripto. Una especie de conferencia internacional que permita a otras naciones participar en las decisiones de regulación, harían un contrapeso a la tendencia de Estados Unidos de volver activos transables las cripto, poniéndose del lado de su sistema financiero que aboga por las ganancias a corto plazo (y objetivos geopolíticos) y no por el bien social a largo plazo.
Un poco de historia nos vendría bien:
Recordemos como en la conferencia de Bretton Woods, Keynes proponía una nueva moneda de reserva global en lugar del dólar, Keynes perdió y desde entonces el comercio mundial es dominado por el hegemón estadounidense, esto hace que, si a Estados Unidos le da gripa, el mundo estornude.
Después en los setentas, debido a la crisis inflacionaria, bajo el auspicio Nixon y las teorías de Hayek, se liberaron los mercados de divisas (dinero fiat) que culminaron en la crisis del 2008; lo que pocos saben es que hubo un contramovimiento liderado por los países del sur global y el economista sueco Gunnar Myrdal.
Myrdal apoyó el llamamiento de los países del Tercer Mundo a responder a estas crisis de los años setenta creando un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI).
Durante la Conferencia de Bretton Woods, la mayoría de los Estados miembros de las Naciones Unidas en la década de 1970 aún no existían debido a la descolonización. Proponían volver atrás y celebrar otra conferencia al estilo de Bretton Woods con todos los países recientemente descolonizados sentados a la mesa. También hubo llamamientos para convocar una Asamblea General de las Naciones Unidas que se centrara en la constitución monetaria mundial, y hubo intentos de reflexionar sobre la política del bienestar y la inflación a esa escala mundial. Se proponía crear una nueva Constitución Monetaria Global, que atacara la inflación, pero también establecer acuerdos sobre los productos de exportación de los países subdesarrollados que permitieran obtener precios remuneradores y justos, aliviar la carga de la deuda exterior, reducir o eliminar los derechos arancelarios de los países centrales, aumentar el peso de los países subdesarrollados en el Fondo Monetario Internacional (FMI), reglamentación y supervisión de las actividades de las empresas multinacionales. Estados Unidos rechazó de plano estas exigencias y las reformas nunca se llevaron a cabo.
La propuesta completa, el gran reto, sería volver a las cripto el dinero del futuro y no los activos bursátiles del presente, pero que con el espíritu de la NOEI, tome en cuenta a todos los participantes, no favorezca a los grandes capitales, cree instituciones democráticas que realmente velen por la estabilidad del sistema, la justicia financiera y el acceso de instrumentos financieros a los ciudadanos.
Sabemos que se debe desandar un buen trecho, pero al igual que en 1929, 1970, y 2008; la próxima gran crisis abrirá la posibilidad de reconsiderar los consensos, esperamos equivocarnos y no tener que esperar a esa horrible coyuntura.
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