El garrote de Trump
Además de lo anterior, el neointervencionismo imperial se ha manifestado en la intromisión de las elecciones en América Latina. Sumado al escándalo de Cambridge Analitica -la empresa inglesa que vendió información para manipular a más de 50 millones de usuarios de Facebook para favorecer la campaña de Donald Trump mediante la creación de publicidad seleccionada y noticias falsas-, están los casos de las votaciones en Brasil, Argentina y México. En efecto, en 2017 Cambridge Analitica abrió una filial en Brasil que tuvo un impacto notable en las elecciones presidenciales que le dieron la victoria a Jair Bolsonaro. A través de noticias falsas y publicidad negra en contra del Partido de los Trabajadores, el ex militar logró encumbrarse en lo más alto del poder en Brasil. Casos similares ocurrieron en México y Argentina donde empresas y candidatos estuvieron involucrados en la compra de información electoral (https://www.celag.org/cambridge-analytica-el-big-data-y-su-influencia-en-las-elecciones/). Detrás de estas “empresas de votos” están los intereses del gobierno de los Estados Unidos pues los candidatos respaldados son de tendencia conservadora.
Dicho de otra manera, uno de los nuevos frentes de acción de la política intervencionista de la Casa Blanca es la manipulación de las elecciones. En el caso colombiano fue notable en la pasada contienda presidencial donde la campaña del candidato progresista Gustavo Petro fue sistemáticamente atacada con rumores y hechos falsos. Las redes sociales se han convertido, en consecuencia, en el nuevo escenario de batalla para los grupos económicos. De hecho, la manipulación como estrategia política quedó develada en el plebiscito por la paz que el “No” ganó por un estrecho margen. El gerente de esa campaña, Juan Carlos Vélez reconoció el entramado de manipulación con la que atacaron el proceso de paz (https://www.semana.com/nacion/articulo/plebiscito-por-la-paz-juan-carlos-velez-revela-estrategia-y-financiadores-del-no/497938). No es de extrañar que detrás estuvieran comprometidos los intereses del Pentágono quienes finalmente lograron la victoria con su candidato-títere, Iván Duque.
Trump trata de desequlibrar América Latina
La influencia sobre las elecciones en América Latina no es, sin embargo, el problema más grande que afronta el continente. La declaración del presidente Trump de considerar una intervención militar, sumada a las declaraciones del diario brasilero Folha de Sao Paulo según las cuales se estaría orquestando una coalición para intervenir al gobierno venezolano, prenden las alarmas sobre el alcance que tendrá la nueva relación de Trump con los gobiernos derechistas del continente (https://www.larepublica.co/economia/medio-brasileno-asegura-que-duque-y-bolsonaro-planean-intervenir-en-venezuela-2787961). Durante su campaña, Jair Bolsonaro estuvo de acuerdo con una acción militar para derrocar al presidente Nicolás Maduro y de manera solapada los gobiernos vecinos han apoyado esa medida. Aunque el canciller colombiano, Carlos Holmes Trujillo ha negado las acusaciones de estar organizando una “coalición”, la realidad es que se está fraguando un plan para atacar al gobierno Bolivariano y detrás de todo se encuentran las garras del águila imperial.
El triángulo de influencia de Washington se completa con la “ideología del desequilibrio”, es decir con la tendencia impositiva de dirigir el mundo libre bajo ciertos parámetros que en la actualidad se basan en la protección de los grandes capitales. El desequilibrio está dado en la imposibilidad de contravenir esas directrices. A la Casa Blanca no le interesa tener socios sino subalternos, no le importa la seguridad del continente ni mucho menos su prosperidad, tan sólo le preocupa profundizar en relaciones de desigualdad y en formar élites locales que no se opongan a sus intereses.
Mike Pompeo, secretario de Estado de USA
Las visitas del exsecretario de Estado Rex Tillerson a ciertos países de América Latina a inicios del 2018, y del nuevo secretario de Estado Mike Pompeo a finales del mismo año, confirmaron, por una parte, el deseo de inmiscuirse en asuntos internos como el caso venezolano y, por otra, la falta de interés y el desprecio que Donald Trump siente hacia los países del sur.
Desde esta perspectiva, estamos asistiendo a una nueva era de las relaciones de América Latina y Estados Unidos que no se basan más que en la anacrónica visión del “patio trasero”. Para el gobierno Trump, los países del sur sólo traen problemas de inmigración, son los culpables del aumento del tráfico de drogas y el incremento de los índices de criminalidad. Adicional a esto, cuenta con una serie de élites que traicionan la dignidad de sus propios pueblos y siguen ciegamente las directrices del Pentágono. El éxito de la administración Trump ha sido minar la unidad y confianza de las naciones latinoamericanas. Para ello ha empleado la influencia ideológica, militar y electoral con el fin de hacerse con el control de los negocios en el continente, siempre mirando con desprecio a los países de nuestra región. Por esa razón, no debe descartarse que detrás de la ola de “derechización” en América Latina esté el gobierno de los Estados Unidos, promoviendo la seguridad en detrimento de los derechos humanos y la barbarie en nombre de la libertad.
Guaidó, titere de Trump